Por Jennifer Ibarra
Médica veterinaria y docente
Que los animales acompañan al hombre desde que el mundo es mundo no es novedad. Los animales han acompañado y acompañan al hombre haciendo historia, formando parte de la historia.
En algunos lugares del mundo ya les han hecho merecidos reconocimientos, tal es el caso del Monumento a los Animales de la Guerra, en el centro de Londres. Este hermoso y emotivo monumento fue inaugurado en noviembre de 2004 por la princesa Ana de Inglaterra y costó 1 millón y medio de libras, dinero que fue aportado por relevantes personalidades y políticos del medio. Fue realizada por el escultor David Backhouse.
En este monumento se pueden ver luciérnagas, que los soldados utilizaron para alumbrarse en las trincheras y leer mapas en la Primera Guerra Mundial, en 1916, o monos y osos que los soldados tenían como mascotas. Los elefantes que utilizó Aníbal para cruzar los Alpes o las ratas que hoy detectan minas antipersonales en Mozambique.
También existe desde 1943 la medalla Dickin para rendir homenaje a los actos de valentía animal sobresalientes. La medalla es conocida como la “Cruz Victoria” de los animales y ya se han entregado a 60 animales.
La Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (RSPCA), de Reino Unido, fue la primera sociedad nacional de protección animal en el mundo. Se creó en 1824, mientras que la Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad contra los Niños no se creó (en Reino Unido) hasta 1899. Las personas, dentro de la formación de la RSPCA, no estaban sólo preocupadas por los animales, sino también por un manojo de reformas sociales de esa época y trabajaban con fines humanitarios, incluidos los niños. Por ejemplo, lord Shaftesbury estuvo involucrado en la reforma industrial y abolición del trabajo infantil. William Wiberforce fue un activista contra el comercio de esclavos. Ellos vieron un vínculo entra la preocupación por los animales y las personas.
Se pensó que estimular el cuidado de los animales llevaría al mejoramiento de la moral en general y esto como un paso hacia la redención espiritual.
Una forma práctica de llevar esto a cabo fue la provisión de bebederos para el ganado y fuentes de agua para las personas que los llevaban al mercado. Con esto se evitó que los hombres bebieran alcohol para aplacar la sed y fue considerado como otro paso práctico hacia una redención moral y física.
Es cierto, nos llevan ventaja en cuanto al tiempo y en cuanto a necesidades básicas más que satisfechas y muchos dirán: “Ellos tienen tiempo y dinero para eso”.
También es cierta la más que conocida frase: “La cultura de un pueblo se ve en la forma como éste trata a los animales” (Ghandi). Pero es cierto que ellos tenían y tienen la acertada visión de que incluir la conmiseración hacia los animales en la educación y en el diario vivir genera hombres de bien.
¿Y por casa cómo andamos? Argentina esta en su Bicentenario, cumpliendo 200 años como Nación.
La primera institución de defensa de los animales, la Sociedad Protectora de Animales Sarmiento, fue fundada en 1902 y nuestra primera ley de protección de animales, la 14.346, data de 1954. Hay 178 años de diferencia. Llevamos mucho menos tiempo comparado con Londres.
Pero la historia argentina se ha hecho, como en muchos lugares del mundo, bajo las huellas y pisadas de los animales que se utilizaron para ello. Ya desde el comienzo de la historia, el historiador Bernal Díaz del Castillo, quien acompañó a Hernán Cortez, dijo que la conquista del nuevo mundo se debía, después de Dios, a los caballos. La economía argentina de hace dos siglos y hasta ahora (excepto por la soja) se basó en el comercio de la carne y el cuero del ganado cimarrón de vacas y caballos salvajes. Explotación de cientos de miles de cueros de animales silvestres como zorros y mamíferos marinos, como ballenas o lobos marinos, que han sido masacrados hasta incluso 1978, cuando se prohibió esta actividad.
Pero tal vez lo más relevante de la historia argentina en este aspecto es la aún hoy increíble epopeya del Cruce de los Andes por nuestro libertador, el general José de San Martín. Para esta hazaña se usaron 1.600 caballos de pelea y 10.600 mulas, de los cuales sólo llegaron 800 caballos y 3.800 mulas. Se llevaron 600 reses para consumo, 15.000 pares de herraduras para mulas y 3.000 para caballos. Los animales fueron abrigados con pulóveres o mantas de pieles de coipo y no se utilizó paja, para evitar que los animales se comieran su propio abrigo. Debían cruzar a 3.000 metros con -10° C. Sólo hay que imaginar, como dice Eric Krum, los animales husmeando en la nieve, en busca de pasto con las “velas” de hielo colgándoles de las crines, de la cola, incluso de las pestañas…El monumento en Londres tiene una frase que dice: “Ellos no tuvieron elección”. Nuestros animales en la Cordillera de los Andes tampoco la tuvieron.
¿Y qué monumento tienen ellos? ¿Qué homenaje hemos rendido a las miles de mulas que aún hoy trabajan en el Parque Aconcagua? ¿Qué homenaje les ha hecho esta provincia, cuna de la gesta libertadora? Lo más parecido a un homenaje es la presencia de caballos, bueyes y mulas en el sector oeste del bellísimo y majestuoso Monumento Conmemorativo al Ejército de los Andes. Su escultor fue el uruguayo Juan Manuel Ferrari y se inauguró en 1914. También hay una pequeña y tímida placa ubicada en la parte posterior del monumento en la cual se menciona el número de animales que se utilizaron en la gesta sanmartiniana. Ferrari demostró con esto tener la sensibilidad de incluir a estos héroes anónimos y, tal vez sin proponérselo, rendirles un homenaje.
Casi 100 años han pasado desde 1914. Bueno sería que en este Bicentenario los mendocinos recordemos y rindamos un homenaje a los animales que nos forjaron como Nación y que nos dieron la libertad. Es hora de que comencemos a demostrar que hemos crecido y evolucionado como una Nación que reconoce y respeta a los animales. Tenemos que comenzar a demostrar que estos 200 años no han sido en vano. Hace pocos días, nuestra Presidenta habló en tono de sorna sobre consumir cerdo para aumentar la potencia sexual o comer pollos. Los animales de consumo son todo un tema, que merece ser bien tratado. Nuestra Presidenta tiene la oportunidad histórica, en este Bicentenario, de firmar la declaración universal de bienestar animal (DUBA).
Bolivia ha sido el primer país de Latinoamérica en firmar dicha declaración, la cual en breve será tratada en la ONU. Para un país con tradición de consumo de carne, la firma de esta DUBA no debería pasar de soslayo y debería ser un tema de tratamiento en el Congreso de la Nación.
Sin tener idea de por qué son arrastrados a los conflictos del hombre o a sus maltratos, los animales actúan movidos por la lealtad y el afecto. Es hora de que comencemos en este Bicentenario a saldar deudas con nuestros hermanos menores y que demostremos que estamos listos para dejar la edad moderna y pasar a lo que yo llamaría la “edad de la evolución”.
Mostremos que estos 200 años no han sido en vano y recordemos, como dijo Charles Darwin: “El amor por todas las criaturas vivientes es el atributo más noble del hombre”. Yo todavía creo en el hombre… debo creer en él, porque en sus manos está el cambio.